Esta red social se basa, por si alguien no lo sabía, en la limitación a escribir historias que no duren más de 140 caracteres. En realidad, no voy a hablar en exceso de Twitter, puesto que todavía, pese a ser un usuario habitual, desconozco muchas cosas del medio. Pero desde que lo uso, me siento más enterado de lo que pasa. De hecho, hay muchas cosas que sólo pasan en Twitter. Y si no, que se lo digan a Nacho Vigalondo.
La fórmula no es nueva. Ya existe un antiguo dicho que reza que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Pero es que además, los informativos, con su pretensión de llenar espacios de media hora, ya afrontan las noticias con esa máxima grabada a fuego en sus prompters. Y claro, la mayoría de noticias parecen construidas con la voluntad de explicárselas a un niño de seis años. Acompañadas del material audiovisual de Freddy Krueger, claro. En los últimos tiempos y cada vez más, vistos los titulares, visto el informativo.
Es por ello, que en este siglo XXI, la necesidad de reinventarnos, de tirar de una sociedad que en los sueños utópicos de aquella adolescencia ochentera, se llenaba de coches flotantes, ciudades sin humo o cubiertas con una cúpula de cristal para aislarlas de la dañina atmósfera exterior (en esto último no nos hemos quedado muy lejos), un orden en el que la justicia imperaba, se convierten en necesarios. Una sociedad, en definitiva, superior. Pero, ¿lo es, superior, esa sociedad que muchos han dado en llamar la sociedad de la información? En un tiempo en que la culpa de todo la tiene el pueblo («todos somos responsables», ¿recordáis?), el periodismo y la cultura están en crisis, puestas en jaque por las nuevas tecnologías, el acceso infinito y gratis que otorga el consumado demonio del nuevo milenio: internet. Yo desde twitter, he podido acceder a varios ejemplos de que el periodismo no está en crisis por las nuevas tecnologías, sino porque, igual que ocurre en la sociedad, muchos de los prestigios están erigidos sobre malas artes, sobre una manera de actuar un tanto mafiosa que pretende convertir en verdad única sus postulados. Desde el Tytadine de «El Mundo», pasando por estos dos ejemplos que provienen del mundo del deporte. Como Urdangarín, como los pelotazos inmobiliarios que pagamos entre todos a cargo de las arcas públicas (Madrid 2020 y las promesas de seguirse forrando para los faraones del ladrillo no es más que el enésimo episodio). Estos dos ejemplos tienen que ver con el plagio indiscriminado de información de internet (entre este artículo del mundo y este de ciclismo2005, un referente en información alternativa), no se han molestado ni en escoger una imagen diferente.
A estas alturas de la vida, consumidos trece años del nuevo milenio, lo hacemos todo igual, pero virtualmente. La gente se enamora virtualmente (aunque luego se toquen de verdad), se hace tu follower, te añade a su círculo de amigos de facebook y te hace sucesivamente megustas aunque no os veáis jamás (ni vayáis a hacerlo). Las imágenes en los informativos siguen siendo las mismas. Y cuando digo las mismas, me refiero a que se repiten con las de antaño, cuando teníamos dos cadenas y anhelábamos la libertad televisiva, pero también a que son las mismas en TODOS LOS INFORMATIVOS. Cuando eso no pasa, la noticia que dan es tan mierda que no importa: un futbolista se ha depilado el entrecejo, en Inglaterra han vuelto a hacer una carrera bajando una montaña detrás de un queso (un saludo a Gloucester) o… Perdón, no, estas saldrían en todos los informativos. No, creo que no hay. Bueno sí, depende de lo que den en su cadena. Si fichas a la fórmula 1, los deportes se llenan de bólidos; si fichas a las motos, lo mismo; si das ciclismo, pues ni aun así, a no ser que haya dopaje. Y el resto, pues exactamente igual, pero con otras palabras. Ahí sí que varía la cosa bastante.
Y para que no os sintáis defraudados por un post ausente por completo de información, os diré que el Bárcenas todavía no ha sido indultado.