Asterix leyendo L’Equipe, diario organizador del Tour de France |
A continuación detallo una lista de nombres de ex-ciclistas, grandes campeones que se significaron en lo suyo: Rolf Sorensen, Danny Nelissen, Rasmussen. Todos ellos han confesado doparse. Pero doparse, doparse, eso que te levantas y te pinchas en la vena y te acuestas y te vuelves a pinchar, como si estuvieras enfermo terminal y necesitaras todas las medicinas del mundo. O, simplemente, fueras un auténtico yonki. Leyendo la lista, recuerdo un chiste en una historieta de Asterix y Obelix en el que los aldeanos viajaban a Normandía, país donde todos sus habitantes eran orgullosos poseedores de nombres acabados igual, en -af. El jefe se dirige a los suyos y se mofa de esa, para él, graciosa coincidencia, sin reparar en que los suyos también acaban todos en -ix. Pues bien, yo me pregunto: ¿Para cuándo una confesión de un ciclista (atleta, nadadora, futbolista, tenista…) cuyo apellido acabe en -ez?
Durante el juicio de la Operación Puerto, deambularon por sus salas diversos ciclistas identificados en las planificaciones del médico dopador, con sus siglas y el equipo al que pertenecían, en algunos casos, y en otros, mediante grabaciones entrando al piso donde se realizaban los procesos de extracción de sangre (que en algunos casos llegaba al litro). Excepto Manzano, deportista confeso por el cual saltó la noticia, en el ya lejano año de 2004, los demás no recordaban, no sabían, le pagaban por asesoramiento dietético (como en una herboristería) o por problemas de salud. Uno de ellos, incluso, para mayor desgracia suya, estuvo a punto de palmarla, entrando en coma en un hospital italiano. Pues ni así, oye.